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A Jugar a la Pelota, el Origen de todo

  • Foto del escritor: Brindisi
    Brindisi
  • 16 may 2020
  • 4 Min. de lectura

Vamos a jugar a la pelo!! Esa frase es imborrable para cualquier futbolero, cuantas veces nos juntábamos en el lugar preferido que elegíamos en el barrio, y luego de demás conversaciones era lo que daba el inicio a la alegría más romántica del juego, jugar a la pelota.

Pero más allá de toda esa alegría de correr con tus amigos atrás de la Pelo, hubo todo un gran origen, una historia, que siempre me mantuvo enamorado y ahora con tanta info en el éter mayor aun.

Esos orígenes, esos primeros pasos de la creación del juego más popular del mundo, tuvo un inicio,esos inicios, origen, o primeros pasos, fueron lo que más me llamo la atención y me puso en concordancia en el romanticismo que contrae esas historia y tener mucha simpatía en el football inglés, los creadores del juego, por lo cual me dio la iniciativa de colocarle al Real Guillon, las palabras Football Club, en honor a esos inventores de los más hermoso del mundo deportivamente.

Además por tal motivo, es mi deseo transcribir, para lectura, datos y detalles de cómo eran los orígenes, creación y fundación de clubes en nuestra tierra y su picardía criolla.


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La influencia inglesa dominante en aquella época ponía de moda la costumbre de formar clubes. Tan simple resultaba la creación de clubes que con solo subscribir una cuota mensual de 20 o 30 centavos para comprar la pelota y para cubrir los gastos bastaba. Luego había que elegir un nombre, una comisión directiva y fabricar un sello, así quedaba concretada la tarea.

La comisión directiva estaba presidida por el socio de más edad, este no integraba el equipo para poder mantener la autoridad. El secretario era él más “leído” del grupo pues tenía la obligación de llevar el libro de actas. El tesorero era aquel al que se tenía la máxima confianza se limita a la custodia de los fondos.

Era fundamental la compra de la pelota, que se transformaría en el único patrimonio del club y la creación del sello. Esta tenía una importancia fundamental ya en aquélla época el diario “La Argentina”, publicaba un listado de equipos que buscaba “desafío”. Para participar de ellos se debía enviar una carta al diario aclarando el nombre, la dirección y por supuesto el sello del club.

Una vez finalizado los trámites administrativos se iniciaba la búsqueda del terreno apropiado. Para ello partía la comisión en pleno recorriendo los baldíos posibles del barrio. Una vez elegido el de más agrado se podría sacar los yuyos con todos los tipos de elementos posibles: palitas, zapas, etc. Los arcos en principios eran los montones de ropas de los jugadores, piedras grandes o alguna rama de árbol que es utilizaban como poste.

Con el transcurso del tiempo surgió la imperiosa necesidad de poseer los arcos.

Luego de estos detalles técnicos solo cabía el armado del equipo titular, para ello los integrantes se disputaban su titularidad en los “picados” hasta que al fin se lo lograba, siempre que hubiese mas de once jugadores. El capitán generalmente era él más guapo para dar “la biaba”.

Después vendrían los partidos y por ultimo las crónicas de los mismos confeccionadas por los secretarios que educadamente solicitaban en los diarios que se la publicasen cuando ganaban.

Siempre se dijo que “la historia la escriben los que ganan” y que existe otra historia, más sencilla, menos heroica, que tiene que ver con los hechos de todos los días, con las ilusiones y esperanzas de cambiar algo para mejor. De darle cuerda al sueño que alguna vez tuvimos y que nos hace sentir una irrefrenable ansia de cumplirlo. Eso fueron los cientos de clubes de fútbol que nacieron a finales del siglo XIX, a principios del siglo XX o inclusive más cerca de nuestro tiempo. Eso fueron las miles de manos que se levantaron para imaginar nombres y apodos, para construir canchas y generar amistades y enemigos para siempre. Así crecieron y navegaron barriadas enteras al amparo de la suerte o de que la pelota entrara en el arco contrario, alrededor de clubes que las identifican desde hace más de un siglo.

Seguro, pero seguro, que tendrían menos color, menos alegría, menos magia. e aquellos que fueron creados cuando el “deporte de los ingleses locos” —como llamaban al fútbol allá por 1890se empezaba a difundir con una rapidez asombrosa entre los inmigrantes, sus hijos y los criollos en cada rincón patrio. Fueron los británicos y sus ferrocarriles quienes sacaron la materia prima nacional hacia el puerto de Buenos Aires o el de Rosario. En esos tendidos larguísimas de vías férreas abundaron las estaciones con ingleses, escoceses, galeses o irlandeses que trabajaron a la par de los obreros locales y allí, en ese contagio, se propagó el fútbol como epidemia e aquellos que fueron creados cuando el “deporte de los ingleses locos” —como llamaban al fútbol allá por 1890se empezaba a difundir con una rapidez asombrosa entre los inmigrantes, sus hijos y los criollos en cada rincón patrio. Fueron los británicos y sus ferrocarriles quienes sacaron la materia prima nacional hacia el puerto de Buenos Aires o el de Rosario. En esos tendidos larguísimas de vías férreas abundaron las estaciones con ingleses, escoceses, galeses o irlandeses que trabajaron a la par de los obreros locales y allí, en ese contagio, se propagó el fútbol como epidemia.

En aquellos años fundacionales, el elitismo europeo se fue diluyendo, aparecieron los hijos de italianos o españoles, los criollos con origen bien argentino y el fútbol pasó a ser del pueblo. Luchas desiguales para conseguir un terreno propio, para que alguien pusiera el dinero que permitiera comprar camisetas, una pelota o incluso un sello que identificara al nuevo club.

¿Es más fuerte el amor por una camiseta que por una pareja, una religión o una ideología? El amor a un club llega de pequeño, por gravitación familiar, de los amigos o de la zona donde uno vive. Difícil, casi imposible, era conseguir años atrás que los muchachos de un barrio se hicieran hinchas de un club lejano. Había más identificación barrial, menos movilidad social y, sobre todo, menor búsqueda del triunfo como único espejo posible. Esas identificaciones fueron destruidas.

Es una historia apasionante, sobre todo porque hay versiones distintas, hay verdades que no son tales, hay fundaciones insólitas y fechas que no son las reales.

¿Algunos clubes cambiaron su propia historia? Sí, fue así.

 
 
 

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